16 de noviembre de 2010

Tiempo, párate.

Ella levantó la vista y no se sentía capaz de hacerlo. Andaba lentamente como si no quisiera llegar. 
Entonces la mirada se dirigió a la dirección en la que ella estaba. Sus ojos no paraban de mirarla pero ella no quería sostener mucho la mirada porque sabía que él no le pertenecía, si no a la dueña de aquel revuelto pelo rojo. Pero no podía parar, sus miradas se encontraron y ella se sentía satisfecha, por lo menos sabía que existía.
Con el corazón a mil por hora pasó por su lado y en ese momento ella quería parar el tiempo, pero pasó demasiado deprisa. Sin mirar atrás, sin escuchar a su amiga, sin ni siquiera respirar no dejó de pensar en él.

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