26 de noviembre de 2011

Muertas de frío

Eran abrazadas por el gélido viento y sus cazadoras de cuero poco hacían por impedirlo. Las dos, una al lado de la otra, caminaban por las calles de la ciudad. En silencio, sin decirse nada, sin ni siquiera mirarse, caminaban a la par. Sus botas pisaban la acera con un sonido sordo, no querían llamar la atención pero querían que supieran que ellas estaban allí, caminando. Llevaban las manos en los bolsillos. De lejos eran sombras vestidas de negro, de arriba a bajo, incluso las medias. De su bocas rojas el vaho escapaba. No se sentían tristes, ni alegres, sino vivas, por eso caminaban, porque se sentían vivir muertas de frío.